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Borrados: el proceso infinito contra autores incómodos en cuba

En un momento de máxima irritación del gobierno cubano con los movimientos culturales, se siguen empleando prácticas propias de la extinta Unión Soviética contra intelectuales. Borrar los nombres de autores no gratos es tan solo una muestra de ello.

Borrados: el proceso infinito contra autores incómodos en cuba

Jesús Jank Curbelo desapareció un poco en mayo de 2019. Su nombre se esfumó de los archivos digitales del diario Granma, perteneciente al Partido Comunista de Cuba, después de irse a escribir a la prensa independiente.

El primero de mayo de aquel año escribió una crónica para una web no estatal sobre la habitual movilización oficialista por el Día Internacional de los Trabajadores. “Yo había cubierto ese evento para Granma los dos años anteriores”, rememora Curbelo, que descubrió la “desaparcición” al googlearlos y no encontrar su firma.

El texto sobre la marcha del 2018 aparecía acreditado solamente a otra periodista, que lo había escrito junto a él y aún estaba en el periódico. “Busqué otros trabajos míos en la web y ninguno tenía mi firma. Los trabajos de equipo en los que había participado aparecían firmados por el resto del equipo, menos yo”, rehace Curbelo aquella escena próxima al universo orwelliano.

Entonces lo denunció en Facebook, la red social más seguida en la isla. Y a raíz del post una amiga le confessó que había notado la “desaparición” meses antes.

“Horas después del post me llamó al móvil Yelién Delgado, que fue mi jefa directa en la redacción nacional –cuenta Curbelo. Dijo que se trataba de un error y que iban a solucionarlo. Me preguntó por qué había publicado el post en lugar de llamarla directamente”. Pero él no respondió.

Al día siguiente, cuando revisó otra vez los archivos digitales del periódico, su nombre volvía a aparecer, pero solo en algunos textos.

“Llamé a la directora del periódico, Yailin Orta, y le expliqué lo que estaba sucediendo. Me dijo que no me preocupara, que iba a solucionarse”, recuerda el joven. “Es probable que para eliminar mi firma totalmente, también hayan tenido que desactivar las casillas donde aparecía mi nombre una a una –supone Curbelo. Tampoco puedo asegurar por qué motivos”.

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Infografía
Jesús Jank Curbelo y Legna Rodríguez son dos literatos cubanos cuyos nombres o trabajos han sido borrados recientemente de los portales oficiales. (REDES DE LOS AUTORES)

Un motivo podría estar en el nuevo rumbo profesional en que se adentró una vez fuera de Granma: la prensa independiente. El conjunto de medios, digitales en su mayoría, al margen de la maquinaria comunicacional oficial, tiende a ser crítico con la dictadura. En retribución, el régimen interroga, detiene o empuja al exilio a decenas de periodistas al año. Cuba ocupó en 2020 el lugar 171 de la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa, de un total de 180 países.

En un momento de máxima irritación del gobierno cubano con los movimientos culturales e intelectuales, se siguen empleando prácticas propias de la extinta Unión Soviética. Lo que sucede con la prensa es tan solo una muestra de ello.

El régimen ha entregado 40 Premios Nacionales de Literatura entre 1983 y 2020. Pero antes de ser congratulados por el Estado, varios experimentaron en algún punto de sus vidas golpizas, limitaciones de salida del país o censura por el entramado institucional socialista.

Quizá el caso más icónico de censura en esa lista sea el de Antón Arrufat, premiado en 2000. Su libro Los siete contra Tebas y la amistad con autores marginados de la época como Virgilio Piñera, lo llevaron a ser “ubicado” en el sótano de una biblioteca habanera en las avenidas 100 y 51.

Tiempo atrás, en una entrevista, Arrufat dijo haber pasado catorce años con prohibiciones de que lo visitaran allí, sin publicar, ni siquiera podía contestar el teléfono, allí revisaban todo lo que escribía, incluso lo que echaba a la basura.

“A la gente que preguntaba por mí, le decían que no trabajaba ahí. Las bibliotecarias me tenían pánico. No se acerquen a él que es contra [disidente]”, recapituló Arrufat. Se había convertido en una no-persona. “Mis libros desaparecieron en esa y en todas las bibliotecas. Me sacaron de los catálogos de fichas. Yo no existía, jamás había publicado un libro, no era nada”.

El ensayista Rafael Rojas afirma que la naturalización del mecanismo de la censura dentro de los regímenes de partido comunista único se transfirió de la Unión Soviética a todos los países del campo socialista, incluida Cuba.

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Desde los años 1960 la nueva generación de intelectuales demandaba el ostracismo para autores de la sociedad pasada, ya fuera por su estética, visiones conservadoras, simpatías con corrientes distintas a la izquierda o por la presencia de expresiones religiosas en sus obras. El grupo más atacado en ese sentido fue Orígenes, integrado por algunos de los más importantes escritores cubanos del siglo XX, de formación católica.

“Algunos intelectuales acabarían exiliándose entre 1959 y 1960 –apunta Rojas. El exilio agregó un nuevo estigma al de la pertenencia al ´pasado burgués´, y la obra de aquellos autores, y muchos otros, fue borrada y descalificada”.

Armando Añel, uno de los coordinadores del proyecto cultural Puente a la Vista, cree que la censura es un mecanismo que el totalitarismo cubano ha aplicado durante los más de 60 años en el poder. “Y la censura tiene su base en el miedo: el miedo a ser ejecutado, encarcelado, golpeado o simplemente marginado, desterrado al país del desprecio perpetuo, de ahí que la autocensura resulte tan permanente como la propia censura institucional en Cuba”, dijo.

El también editor, periodista y escritor residente en Estados Unidos, afirmó que autores que en su momento fueron duramente censurados, luego fueron “rehabilitados” con Premios Nacionales de Literatura porque “como todo sistema con instinto de supervivencia, ejerce sobre sí mismo una serie de ajustes a través del tiempo”.

En el terreno cultural “esto cumple un doble propósito: por un lado, muestra al mundo la supuesta generosidad de la Revolución, amansando en no menor medida la crítica antitotalitaria, y por el otro desmoraliza o intenta desmoralizar a muchos escritores exiliados, o marginados en Cuba, que no entran por el aro de la institucionalidad castrista”.

Puente a la Vista organiza anualmente un festival que reúne a autores marginados cubanos de dentro y fuera de la isla. En paneles, presentaciones y conferencias se piensa mucho la censura como tópico que acompaña a varias generaciones. Para Añel este es el mensaje de la política de “desaparición” y “rehabilitación” del régimen: “Si te arrepientes, puedes ser reconocido por el Estado, y cuando eres reconocido por el Estado eres reconocido por toda Cuba”.

No-persona

La desaparición de escritores incómodos de los archivos institucionales no es cosa del pasado. Así lo experimentó Abel Sierra, no solo con los textos de su autoría, sino también con las referencias sobre él mismo.

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Captura de pantalla de la página de Casa de las Américas donde se comprueba el premio otorgado a Abel Sierra.

“Un amigo ya me lo había dicho en 2020 cuando trató de acceder a esos materiales en La Ventana, el sitio oficial de información de Casa de las Américas –cuenta el joven residente en Estados Unidos. No le hice mucho caso, estaba muy ocupado para encargarme del asunto. Pero recientemente otra persona me pidió copia de algunos textos porque los links no funcionaban”.

Entonces se animó, tecleó, hizo clic y, efectivamente, habían desaparecido dos entrevistas y reseñas de dos conocidos intelectuales cubanos sobre su libro Del otro lado del espejo. La sexualidad en la construcción de la nación cubana. Ese ensayo, curiosamente, fue premiado en 2006 por la propia Casa de las Américas, entidad hija del primer romance castrista con la intelectualidad global de izquierda.

En una de las entrevistas, quizá la más crítica, Sierra expuso en qué consistía el proyecto del Centro Nacional de Educación Sexual, entidad abanderada de las políticas Lgbt en Cuba, y las implicaciones de la estrategia de su directora, Mariela Castro. Se refería a la hija de Raúl Castro, para ese momento, jefe de Estado.

“Ahí comencé a ensayar ideas sobre el ´travestismo de Estado´, en la que estaba montada la nueva política de la ´diversidad´ que el régimen cubano estaba desarrollando”, refiere Sierra. Le alivia que, previendo una acción de ese tipo, hiciera copias en formato PDF de los materiales borrados del archivo de La Ventana. Sin embargo, la censura es siempre motivo de alarma.

“En primera instancia, es también el silenciamiento de narrativas críticas -dice. Se trata de regular el acceso a ciertos relatos que los censores consideran como peligrosos o disruptivos. También es un ejercicio sistemático orientado al borrado de los intelectuales cubanos exiliados cubanos”.

Afirma que La Ventana también ha removido textos de autores como Carlos. A. Aguilera, Carlos Velazco, Elizabeth Mirabal. Todos residen en el exterior.

A Sierra le han llegado mensajes de segunda mano, que adjudican la desaparición de los textos a una supuesta migración de la plataforma a otro software. “Eso es una excusa -sostiene. Se sabe que cuando los sitios web cambian de soporte tecnológico, se hace a través de un merge para impedir precisamente, la pérdida de contenido”.

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Sierra patentizó la desaparición de su nombre de La Ventana, y publicó un post de Instagram no orientado a la denuncia o a la queja, sino “a advertir el proceso de borrado de la memoria histórica”.

Legna Rodríguez Iglesias vio en redes sociales esa captura de pantalla. Y supo que ella tampoco aparecía en La Ventana. “Pensé que la falta de tiempo y el exceso de internet hace que uno pierda el interés en su propio nombre –dice la joven escritora. Fui a la página web en cuestión y escribí mi nombre en el buscador: no estaba”.

En 2016 Legna recibió la noticia de haber ganado el Premio Casa de Las Américas en la categoría de Teatro. “La noticia del premio y los sucesivos artículos deberían aparecer en esa página web -asegura-. Creo que soy la escritora más joven en haber recibido ese premio”.

Sobre qué motivo pudo provocar la “desaparición”, Legna dice que siempre se ha manifestado libremente. “Cuando vivía en Cuba y ahora, que no vivo ahí. También he escrito siempre, libremente, sea donde quiera que esté viviendo. Desde el año pasado he escrito varios artículos en contra del sistema de gobierno cubano. Son sobre todo notas para tratar de explicarme a mí misma cómo es posible que todavía prolifere una dictadura en el medio del mar Caribe durante más de sesenta años. Las notas han recorrido hechos históricos que vienen sucediéndose como una bola de carne muerta rodando colina abajo”.

En esa historia de Cuba bajo el castrismo Rodríguez recuerda varios casos similares. “Pasa todo el tiempo –dice, entre pragmática y pesimista-, desde Magaly Alabau, Maria Elena Cruz Varela y Ana María Simo, por solo mencionar tres nombres de mujeres importantes. Una infinita montaña de nombres que no existen para nadie. ¿Pero qué existe en una dictadura más allá de la dictadura? Miedo, hambre, calles sin asfaltar, cabeza diciendo que sí cuando quiere decir que no”.

Tras el post de Sierra ella no hizo ninguna denuncia, pero sí publicó las noticias sobre la ausencia de sus nombres. “A mí me gusta denunciar la atrocidad con palabras ensartadas como un collar de semillas. Un ojo de buey detrás de un ojo de buey detrás de un ojo de buey”.

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