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Nutrición
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¿Tengo hambre
o ansiedad?

Es frecuente, que en el contexto de un trastorno de ansiedad veamos alteración en el apetito, ya sea reducido o aumentado, y que esto lo asociemos con el problema de peso

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¿Tengo hambre o ansiedad?
El hambre es un reflejo instintivo ante la necesidad de satisfacer demandas de energía y el apetito es el deseo de comer, independientemente de que exista hambre o no. (SHUTTERSTOCK)

La ansiedad es uno de los trastornos psiquiátricos más comunes. Los mediadores más relevantes en el sistema nervioso central que se han relacionado son la dopamina, serotonina, norepinefrina y GABA (ácido gamma aminobutírico).

En cuanto a los síntomas cognitivos, se caracteriza por miedo a perder el control, miedo a algún daño físico o muerte, miedo a la evaluación negativa por los demás, pobre concentración, memoria, entre otras descripciones. Dentro de los síntomas físicos, podría presentar palpitaciones, dolor en el pecho, falta de aire, mareos, náuseas, diarrea y otros. (Chand,2020)

De acuerdo con el manual diagnóstico y estadístico de trastornos mentales (siglas en inglés, DSM-5, por 5ta edición), la ansiedad tiene múltiples clasificaciones (ej. Ansiedad por separación, mutismo selectivo, ansiedad social y otras).

Describiendo estas características del trastorno de ansiedad, notamos la complejidad del diagnóstico y es muy probable que no se sienta identificado con ninguna de estas manifestaciones utilizando el término “ansiedad” cuando tiene mucha hambre o cuando le apetece una comida que usted considera “prohibida” (ej. dulces).

Realizando evaluaciones nutricionales, nos damos cuenta de que patrones de alimentación en los que el paciente no desayuna estimulan un mayor apetito en la próxima comida. Es errado utilizar el término de “comer con ansiedad” cuando realmente lo que está pasando es una respuesta fisiológica o normal ante la carencia de alimentos.

El hambre es un reflejo instintivo ante la necesidad de satisfacer demandas de energía y el apetito es el deseo de comer, independientemente de que exista hambre o no.

Es frecuente que en el contexto de un trastorno de ansiedad veamos alteración en el apetito, ya sea reducido o aumentado, y que esto lo asociemos con el problema de peso.

En todo caso, lo ideal es que se establezca mediante una detallada historia clínica, si la alimentación es adecuada y suficiente para descartar deficiencias, y por tanto hambre, como ocurre con dietas muy bajas en calorías o bajas en hidratos de carbono, así como también, identificar si existe un trastorno de ansiedad o de otro tipo para orientar el tratamiento adecuadamente.

Este tratamiento no sería bajo un esquema de dieta que “quite la ansiedad”, sino más bien, utilizando el apoyo psicológico/psiquiátrico, como complemento ideal del proyecto de control de peso.

TEMAS -

Dra. Erika Pérez-Lara Doctora en Medicina. Especialidad en Nutriología Clínica en INTEC. Master en Nutrición y Alimentación en Universidad de Barcelona (UB).