Una multa es una multa
Conviene aclarar si se puede o no se puede...
Mecano canta que “ una rosa es una rosa” y la calle que una multa es una multa, a propósito del castigo instituido por la Procuraduría.
El caer preso no es disuasión suficiente, ni coerción temible, pues la gente sigue como si no fuera con ella, librada a su suerte.
Entonces se decide golpear donde se supone duele más: en el bolsillo. Mil pesos es mucho dinero para un ciudadano de a pie, un padre de familia irredento. Dos mil pesos para un motorista no es un día de trabajo, podría ser la semana entera, y con la gasolina en alza y el casco caro, no habrá pasajeros que compensen.
Los cincuenta y cien mil pesos quiebran cualquier negocio de comida o de bebida reducido al delivery y take out.
El Gobierno dijo que estaba cansado. ¡Vaya forma de descansar, arrancándole los cuartos de la mano a la gente que no atiende toque de queda!
Pero hay más. Ahora salen abogados quisquillosos a decir que el proceder de las multas no tiene sustento, amparo, y que solo jueces pueden imponer esos cobros.
Un problema de institucionalidad que debe discutirse o resolverse, pues no puede aplicar la ley quien al mismo tiempo la viola.
Conviene aclarar el punto.