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Entrevista
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José Enrique Delmonte Soñé: “Parecería que estamos en un momento prometedor de la escritura”

El autor dominicano cree que hay mucho talento repartido en la geografía nacional

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José Enrique Delmonte Soñé: “Parecería que estamos en un momento prometedor de la escritura”
José Enrique Delmonte Soñe, arquitecto, poeta y ensayista. (FOTO: MARVIN DEL CID)

El dominicano José Enrique Delmonte Soñé, arquitecto, poeta y ensayista reconocido, no se ha estancado en la era pandémica y realiza, a través de las redes, un edificante ciclo de conversaciones entre profesionales de distintas ramas sobre la dinámica de la ciudad, probablemente el más completo que se haya hecho sobre Santo Domingo

Respecto a la literatura, ha seguido estudiando y escribiendo. También observa lo que acontece y por eso expresa que en este amplio campo prevalece una diversidad inmensa y que también hay una “contaminación que hace que los lectores duden de qué están consumiendo”.

“Hay crisis en el mundo editorial porque los lectores han huido a otros medios más inmediatos, hay distintas formas de promoción y las redes están llenas de grupos, eventos, espacios de publicación, entre otros. Parecería que estamos en un momento prometedor de la escritura. Sin embargo, como ha señalado el arquitecto leonés Moisés Puente, la crítica ha dejado de hacer crítica, con lo cual hemos dejado a una libertad insignificante la validación o no de lo que consumimos y producimos en la literatura”, reflexionó el autor al responder preguntas de Diario Libre.

Se le ve muy activo realizando actividades culturales de mucho impacto en las redes sociales en este período pandémico. ¿Qué lo ha motivado?

Identifiqué el encerramiento como una oportunidad para dedicarle tiempo a las cosas que por razones de trabajo habían quedado relegadas. Una de ellas fue preparar y promover un ciclo de conversaciones entre profesionales de distintas ramas que se articulan con la dinámica de la ciudad. Muchas veces el tema urbano es parcela de especialistas sin darnos cuenta de que todos somos componentes importantes de los problemas y soluciones del territorio común. Como hay relativamente poca tradición de tener conversaciones analíticas y propositivas fuera del ámbito exclusivo de la academia, creamos un espacio para motivarlas, al cual le llamamos “Diálogos transversales” dentro de los objetivos de la Fundación Erwin Walter Palm, que dirijo.

Desde mayo iniciamos cada semana con un encuentro a través de las plataformas virtuales que han logrado captar la atención de muchas personas interesadas en temas diversos. El programa contempla 30 entregas, todos los miércoles hasta el 2 de diciembre próximo. Pretendemos reiniciar en febrero de 2021 con otros contenidos de interés colectivo. En paralelo, me dediqué a grabar con mi voz poemas de casi todos los poetas conocidos del país y de otros lugares como un homenaje al trabajo poético que realizan y una manera de divulgarlos. Están todos publicados en YouTube. Ha sido una experiencia verdaderamente gratificante para mí el acercarme a tantos mundos poéticos a mi alrededor.

¿Qué espacio le ha ocupado la escritura y la lectura en los últimos meses?

En estos momentos estoy concentrado en la investigación de mi tesis doctoral en lingüística y literatura. He mantenido lecturas de publicaciones y síntesis de textos que son importantes para la investigación. Tengo el hábito de leer todos los días, siempre leo antes de dormir. Me atraen temas sobre cambios de la realidad, nuevos paradigmas, visiones prospectivas, además de históricos y propios de mi ámbito profesional. En los últimos meses, he iniciado una columna semanal de arquitectura en un medio local como forma de compartir algunas informaciones que podrían ser de interés para investigadores.

¿En qué punto se encuentran la arquitectura y la literatura?

Es un poco complejo describir el presente y sus manifestaciones. Para ello se requiere profundizar en hechos precedentes, procesos ya agotados. Sirve mucho la lectura de los pensadores más esclarecidos ligados a la filosofía, a las ciencias sociales, a la tecnología para uno descifrar algunas señales que indiquen hacia dónde vamos y cómo el arte lo capta. Hace unos meses hice un trabajo para la revista Arquitexto donde las editoras me pidieron mi visión de la arquitectura dominicana para los próximos veinte años. Lo disfruté mucho. Una de las dificultades para el análisis de la realidad es la velocidad con que se producen los cambios. Parece un cliché, pero mientras estamos hablando, la extensión de las probabilidades de varios futuros posibles es inmensa. Hay procesos que deberán materializarse en los hábitos populares en poco tiempo mientras otros se colocan en una mesa de ofertas y requieren más tiempo o sólo se adaptan a ciertos sectores de las sociedades. Entender que caminamos hacia la singularidad, hacia saltos cognitivos sobre la tecnología, la ciencia, el propio cuerpo humano (por ejemplo, los avances en materia de neurociencia) es asombroso. De alguna forma la arquitectura y la literatura tratan de captar esas mutaciones que quizás tardan más para ser observadas por otros grupos de la sociedad. No lo sé. Sin embargo, hay una limitante fundamental que crea resistencia en ambas disciplinas para correr al ritmo de estos cambios y es la presencia de diferentes capas que conforman nuestro entorno. Si bien la arquitectura ha dado muestras de liberación de las formas tradicionales y ha propuesto ya lenguajes avanzados en cuanto a la expresión estética y a la manera de concebir el espacio (gracias a nuevas tecnologías), las necesidades primarias del entorno la someten a buscar respuestas a los problemas básicos del hábitat, del déficit habitacional, del caos medioambiental y el reto ecológico. Si antes se entendía la arquitectura como un proceso de evolución estético-espacial (con los demás componentes ineludibles) ahora hay que comprenderla en su compromiso con la vida en el planeta ya que los edificios son una de las mayores fuentes de producción de daños al ecosistema. Pero como la práctica de la arquitectura es producto de la inventiva y del diseño, confío en que los arquitectos más jóvenes asumirán esa responsabilidad ya sea de manera consciente o por exigencias que la realidad impone. En cuanto a la literatura, hay una diversidad inmensa y dentro de la misma hay contaminación que hace que los lectores duden de qué están consumiendo. Hay crisis en el mundo editorial porque los lectores han huido a otros medios más inmediatos, hay distintas formas de promoción y las redes están llenas de grupos, eventos, espacios de publicación, entre otros. Parecería que estamos en un momento prometedor de la escritura. Sin embargo, como ha señalado el arquitecto leonés Moisés Puente, la crítica ha dejado de hacer crítica, con lo cual, hemos dejado a una libertad insignificante la validación o no de lo que consumimos y producimos en la literatura. Si bien antes se podía comprender qué es o quién hace buena literatura, ahora hay una neblina que deja abierta la valoración por simpatía, por identificación o por capacidad de promoción.

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Infografía
José Enrique Delmonte Soñe, escritor dominicano. (FOTO: MARVIN DEL CID)

¿De dónde le surge la necesidad de expresarse a través de la palabra?

De la necesidad de conocer una parte de mí mismo. Soy un gran desconocido para mí y escribir es un acto de familiarizarme con ese yo que difiere del que pueda asumir. Si bien la arquitectura es para mí un acercamiento a mi relación táctil con el mundo, la escritura es un salto a esos mundos que me conforman y quiero describir.

¿Qué influencias tuvo el ambiente familiar en el surgimiento de sus vocaciones?

Vengo de un hogar de aperturas culturales que ahora, visto en lejanía, puedo valorar. Estuve familiarizado con el arte desde muy temprano ya que la relación de mi padre, José Delmonte Peguero, con los artistas era muy cercana. Nombres que hoy forman parte del patrimonio dominicano eran personas con las que de alguna manera tuve contacto cercano. Había una biblioteca en la casa de temas muy diversos. Por otro lado, y afortunadamente, mi madre, Milagros Soñé, era una melómana y artista innata que me acercó a lo popular, a la cotidianidad, a los valores y al conocimiento de los rasgos distintivos de esta sociedad.

Se dio a conocer en el medio literario con mucha fuerza luego de ganar premios internacionales en poesía. ¿Cómo fue esa experiencia, procediendo de la arquitectura?

Escribía desde la adolescencia pero las exigencias de la carrera de arquitectura incidieron en postergar cualquier intento de publicar. Sin embargo, llegó un momento en que no pude retener ese impulso. Fue la arquitectura la que me preparó para eso ya que me había dedicado a publicar ensayos sobre la arquitectura y el urbanismo en diferentes medios. En un momento dado estuve preparando un ensayo sobre la historia urbana de Santo Domingo y de repente escribía en paralelo un texto que resultó estar muy cargado de poesía. Ese texto terminó siendo mi primer libro en el ámbito literario. Por otro lado, los premios fueron un estímulo importante. Antes de los premios internacionales hubo uno que significó mucho para mí y fue el que recibí en un concurso de poesía en la Universidad Iberoamericana. Creo que ese me ofreció certezas de que debía seguir adelante.

A la hora de escribir, ¿influyen sus conocimientos del espacio y las proporciones?

Pienso que no de manera consciente. Sin embargo, los lectores identifican esos elementos en mis escritos. Ahora estoy atento a ellos y los rechazo o asumo siempre que el texto poético me lo exija.

En estos momentos, ¿cuáles son sus retos como poeta e intelectual? ¿Algún libro en el tintero?

Todo escritor se viste de utopía, incluso los que la niegan. Yo tengo mis utopías que me obligan a serles fiel. Tengo un compromiso con mi tiempo y me gustaría transmitir, en la medida de lo posible, algunas claves para que se construya la utopía que me acompaña. En cuanto a nuevos libros de poesía tengo dos listos y uno en producción. Espero que maduren lo suficiente para atreverme a compartirlos y publicarlos.

¿Puede contar cómo le surge la inspiración y escribe su poesía?

Hay episodios que no entiendo y me inducen a escribir aquello que me provoca desasosiego. A pesar de que los poemas que escribo no son el resultado de una disciplina estricta para producirlos (no hay un horario específico), los escribo poco a poco y luego pasan por un proceso de comprensión en el que trato de identificar ciertos rasgos que, en conjunto con otros, forman un solo texto poético. De ahí asumo que podrían convertirse en un poemario. Sin embargo, soy muy rígido conmigo para valorar lo que escribo.

¿Hay poetas o escritores fundamentales a los que suele retornar?

Siempre, pero me asusta mucho la idea de acomodarme a ellos y dejarme abandonar en su grandeza. No concibo la poesía sin esos grandes poetas que han limpiado el mundo.

Como ensayista, ¿qué busca transmitir?

Me he puesto como premisa investigar sobre lo que escribo para encontrar el dato nuevo, el dato inédito, el análisis novedoso sobre un hecho o un producto cultural. Rechazo la constante repetición de los mismos conceptos y datos que se asumen a priori como únicos o válidos. Hay un compromiso de generar nuevos conocimientos que todo ensayista tiene el deber de producir.

¿Qué lo desafía de la pantalla en blanco?

Me causa tanto dolor que trato de hacerlo efímero. Por tanto, me enfrento a ella y le arrojo palabras para desvanecer su poder sobre mí.

¿Qué le parece la poesía dominicana de los últimos años?

Diversa y plural, por un lado; reiterativa y agobiada por otro; atrapada en la isla de muchas maneras. Siento que en ciertos escritores hay un furor por publicar que atenta contra el objetivo de hacer de la poesía una herramienta de su tiempo, más allá de su ineludible capacidad de expresión. En paralelo, por fortuna, hay un entusiasmo por leer poesía y cada día más jóvenes tienen interés en ella. Por supuesto, siempre existen y existirán los que marcan nuevas rutas, aquellos que sostienen la fuerza de la palabra en un instante. Hay mucho talento repartido en la geografía nacional.

¿Puede señalar las virtudes de la buena poesía?

Es indudable que la buena poesía justifica el anhelo de construir una humanidad de dimensiones asombrosas.

¿Usted toma en cuenta a sus eventuales lectores?

Me encanta la libertad de la poesía de adentrarse en muchos individuos distintos, atemporales y sensibles. Si mis poemas son leídos y provocan inquietud, inestabilidad o giros inesperados, de alguna forma estoy justo al lado de mi lector. Son como espejos de mí mismo y les agradezco su cercanía.

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