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Crisis política
Crisis política

Jornada de protestas con causas múltiples en Cuba

Manifestaciones ocurridas se venían gestando desde hace años

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Jornada de protestas con causas múltiples en Cuba
Una mujer ya entrada en años coloca una bandera cubana en apoyo a las protestas. (EFE)

Una serie de manifestaciones generalizadas tomó por sorpresa las calles de Cuba el pasado domingo, las mayores muestras de disgusto masivo protagonizado por el pueblo cubano desde 1994 y, quizás, desde el triunfo de la Revolución. Ese descontento popular tiene raíces muy profundas y responde a un proceso acumulativo, por lo cual es legítimo preguntarse: ¿qué pasa realmente en Cuba?

Las protestas del domingo representan la consecuencia de un proceso largo y complejo, que se remonta a la salida del poder de Fidel Castro Ruz, la llegada de su hermano Raúl a la alta dirigencia del país y el traspaso al hoy presidente Miguel Díaz-Canel.

La primera transición

Cuando Fidel enfermó, a principios de los 2000, su hermano Raúl tomó el comando del país de manera interina en el 2002 y luego de forma oficial en el 2006. Contrario a lo que se cree, no fue un cambio cosmético, pues el menor de los Castro Ruz inició una serie de reformas al aparato socialista cubano que nunca se hubieran pensado bajo la tutela del “Comandante en Jefe”.

Bajo Raúl, se concretó en Cuba la microempresa privada, los cubanos fueron autorizados a viajar al exterior sin las complicaciones de antaño, se fortaleció la estrategia de crecimiento del turismo, se puso en ejecución una nueva ley de inversión extranjera, se aprobó una actualización completa del sistema económico (no concluida, de hecho) y se inició un acercamiento histórico con Estados Unidos y la Unión Europea, lo que redundó en un reflorecimiento de la maltrecha economía nacional.

Otra gran reforma de Raúl Castro Ruz fue la conectividad. Bajo su mandato se reformó la política de acceso al internet y los cubanos tuvieron, por primera vez, entrada generalizada al mundo digital en plazas y parques. Ese desarrollo llevó a que eventualmente la conectividad llegara a los móviles, dato que fue crucial en la movilización de las manifestaciones del domingo.

La era Obama

Raúl Castro Ruz y Barack Obama anunciaron el 17 de diciembre de 2014 que ambos países ponían al lado sus diferencias y pactaban la paz.

Obama logró que se flexibilizaran en Cuba muchas prácticas de control contra los pequeños empresarios y los artistas, mientras con su histórica visita, consolidó un modelo de relación revolucionario entre estos vecinos, que incluyó la autorización de los cruceros, las líneas aéreas y las transacciones bancarias.

Las aires de amistad con Estados Unidos, también llegados desde Europa, hicieron que el país quebrara sus récords en el turismo, la inversión extranjera en grandes proyectos de infraestructura se disparó -incluyendo capital estadounidense- y los cuentapropistas comenzaron a hacer dinero a niveles insospechados. Fueron, por así decirlo, muy buenos tiempos y las calles cubanas vibraban con exiliados que regresaban al país, visitantes de todas partes del mundo, restaurantes y bares al modo europeo, carros antiguos repletos de gente, hoteles de playa llenos a capacidad y mucho dinero circulando en la calle. Lo bueno duró poco, pero muchos cubanos ya se habían acostumbrado a aquella nueva realidad.

Trump al poder

El triunfo del republicano Donald Trump cambió el curso de las cosas radicalmente. En sus cuatro años de poder, Trump no sólo revirtió lo logrado por Obama, sino que lo llevó más allá. Desde la Casa Blanca recrudeció el bloqueo económico y lo llevo a un nivel práctico que no se veía desde los años noventa.

Trump bloqueó el flujo de efectivo a través de la prohibición del envío de remesas y la penalización de las transacciones bancarias, puso en ejecución el polémico Título III de la Ley Helms-Burton, combatió la venta de combustible a la isla y devolvió a Cuba a la lista de países que patrocinan el terrorismo.

El gobierno cubano se las pudo ingeniar pasa salir a flote coyunturalmente, gracias al imparable crecimiento del turismo, el níquel, sus misiones médicas en el extranjero y su reputada industria biomédica.

En medio de eso, Raúl abandonó la presidencia en el 2018, para dar paso a Miguel Díaz-Canel, a quien le tocó asumir el país en plena guerra económica con el vecino del norte y con una campaña de reelección de Trump llena de fiereza.

La agresiva estrategia de Trump, al combinarse con la salida de Raúl, abrió un espacio para que los defensores del continuismo ganaran puntos en sus argumentaciones y a Díaz-Canel no le quedó otra ruta que aliarse con la vieja escuela.

Llegó la pandemia

Entonces, llegó la pandemia provocada por el COVID-19. Con ella se acabó el turismo y se paralizó la inversión extranjera. Con el freno a las remesas y el flujo de efectivo provocado por Trump, la ausencia de moneda dura demolió la frágil economía cubana.

El gobierno cubano recurrió a sus reservas y realizó un control pandémico que, por un momento, fue ejemplar para la región, pero ningún país puede durar cerrado tanto tiempo. Las reservas se agotaron, por lo que la falta de recursos para adquirir insumos en el extranjero llevó a las autoridades a dolarizar la economía y a abrir el turismo.

Al dolarizar la economía se devaluó instantáneamente el peso cubano y un dólar llegó a estar a 70 pesos en la calle, cuando el cambio oficial es de 24-1. El pueblo, que gana un mínimo de 2,100 pesos al mes (unos 87 dólares al cambio oficial), se encontró en un callejón sin salida, pues sin moneda dura es imposible adquirir los suministros más básicos. La vida se tornaba más dura y los vientos de un nuevo periodo especial soplaban, a la vez que una “burguesía” con moneda extranjera vivía bien, mientras el resto de la población se batía con el hambre.

Los precios en el próspero mercado negro cubano se multiplicaron y la situación comenzó a hacerse insostenible. Mientras, el gobierno tuvo que comenzar a decidir dónde poner el poco dinero que recogía del turismo, si en alimentos, combustible o en insumos de salud. Al final, no había dinero suficiente para ninguno de los tres y una escasez no vista desde la caída del bloque soviético se hizo presente en el país en los últimos meses.

A ese ingrediente se sumó la determinación del gobierno de “eurolarizar” la economía, suprimiendo el uso del dólar estadounidense y dando rienda a la moneda europea. El pueblo, ya lidiando con la falta de dólares, la carencia de productos básicos y la asfixia causada por el recrudecimiento del bloqueo, se comenzó a impacientar.

Entonces, la decisión de traer turistas rusos a Varadero provocó una crisis de COVID-19 en la provincia de Matanzas que elevó los casos diarios a sobre 6,000, con decenas de muertos, la corrupción en las tiendas estatales se recrudeció y los apagones hicieron acto de presencia. Es entonces cuando un amplio sector de la población dijo basta.

Las manifestaciones

La jornada de protestas fue espontánea y tomó por sorpresa a las autoridades cubanas. Se reportaron por toda la isla, algo no visto desde las revueltas que llevaron al triunfo de la Revolución en 1959 o en el Maleconazo de 1994.

El gobierno respondió con contramanifestaciones, operativos de represión de las protestas y el corte de internet. Ha comenzado a contener el alzamiento popular, el cual no cuenta con una dirigencia o un líder más allá que el descontento colectivo.

Sí quedó claro que un buen sector de la población está dispuesto a manifestar sus incomodidades en las calles, algo no acostumbrado en Cuba.

En resumen

Entonces, ¿qué pasa en Cuba? En Cuba reventó el hastío colectivo por la situación económica, en primer lugar, y la situación política, en segundo.

Esta explosión tiene que ver con la combinación de estos factores: la melancolía y buena vida de los años de Obama, el recrudecimiento del bloqueo por parte de Trump, el crecimiento de la corrupción estatal (señalada por Raúl Castro Ruz como el principal enemigo del país), las ineficiencias del sistema y las malas decisiones en el manejo de la COVID-19.

Pero hay una gran razón que se mueve por lo bajo de manera silente: el cambio generacional. Los grandes dirigentes de la Revolución han ido muriendo o se han retirado y su relevo no tiene la misma penetración entre los cubanos, lo cual es el mayor problema que tiene Díaz-Canel. Mientras, las nuevas generaciones de cubanos no vivieron el romance revolucionario y no sienten el mínimo respeto por el socialismo, por lo que claman a gritos por reformas económicas y democráticas.

Es por ahí que andan los tiros. Estas protestas no acabarán con la Revolución cubana. Esa es la realidad, porque el sistema cuenta todavía con una importante red de apoyo, sobre todo, en el oriente de la isla. Aunque sí ha sacudido sus estructuras y veremos, en poco tiempo, cuando las aguas bajen un poco su nivel, cambios importantes en la economía de Cuba, porque simplemente no queda otra, porque el cambio es una ley de vida.

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Periodista puertorriqueño y Subdirector de Diario Libre. Ganó el Premio Nacional de Literatura Puertorriqueña, Categoría Periodismo, en 2018, por sus columnas en el periódico El Nuevo Día, del cual fue Director Asociado.