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El “dao” (1)

Hemos olvidado que políticas similares fueron la causa principal del empobrecimiento y destrucción del imperio colonial español. En cambio, los pueblos que se dedicaron a trabajar, producir, al ritmo de la revolución industrial, progresaron, se desarrollaron.

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El “dao” (1)

Filósofo, ¿por qué razón los políticos y hasta algunos economistas se hacen adictos a las remesas, subsidios y controles de precios, es decir, al “dao”, como si generaran progreso, cuando con honrosas excepciones son sinónimo de retroceso? -pregunta Abimbaíto. Y Vitriólico responde:

—Dar desde el Estado lo que es de todos, como si fuera propio, ha sido gratificante y, a la vez, denigrante. Algunos políticos lo han utilizado para mantenerse en el poder a base de quebrantos a la institucionalidad, con el triste resultado de atrasar el desarrollo de su pueblo. Es la amplia avenida por la que la corrupción ha rodado a sus anchas.

—Maestro, el “dao” es como la cinta métrica: captura la medida del político. Si le coge el gusto, quiere quedarse en el poder más que trascender; para eso rinde pleitesía a lo popular. En cambio, si ejecuta reformas profundas sin aspirar a permanecer más tiempo de lo previsto constitucionalmente, entonces anhela convertirse en referencia moral, en estadista. ¿No cree?

—Creo en la necesidad de reducir el “dao” a su mínima expresión. Educar y enseñar a pescar para que cada cual desenvuelva su vida con autonomía en vez de depender de la compasión y astucia de otros. La biblia bien lo advierte: ganarás el pan con el sudor de tu frente.

—Filósofo, desde hace algún tiempo al “dao” le llaman “ejecución de políticas sociales para aliviar la pobreza”. Antes de la pandemia existían múltiples programas con tinte político partidario enfocados en “lo social”, en extender la asistencia monetaria a segmentos amplios de población, cuando en el fondo estaban dirigidos a crear una clientela política. La pandemia ha obligado a crear otros programas de asistencia. Si fueran transitorios, estaría muy bien. Este país necesita con urgencia evitar que se acentúe la quiebra de la ética de trabajo.

—Veo que vas aprendiendo a organizar tu universo intelectual. Te sugiero que dividas el asunto para poder abarcarlo mejor.

—Entonces, empecemos por las remesas, pues son el “dao” más grande. Llegan gratis, ¿no es verdad?, como el maná que cae del cielo. En el fondo, su costo es inmenso. Se trata de una exportación de seres humanos de la estirpe conocida como dominicanos, los cuales son amortizados en cuotas enviadas al país bajo la forma de andullos de dólares. Cada andullo de dólar remesado contiene un pedazo de vida rota de esas familias. Es una forma maligna de diluir en el tiempo el tejido social de mi tierra.

—Elabora más el concepto, Abimbaíto. Sabes que los adictos a las remesas las sitúan en el número uno en aportación de divisas. Y eso amortiza las desavenencias e infla las barrigas de muchos.

—Por defecto de nuestras políticas, fiscal, monetaria y sectorial, hemos estado expulsando dominicanos al exterior. A algunos parecería no importarles ese drama ni sus consecuencias. Esos emigrantes envían parte de sus ahorros a sus familiares en forma de divisas que alteran el tipo de cambio en favor de las importaciones y en contra de la capacidad competitiva de la producción local, lo cual empequeñece las exportaciones, el mercado de trabajo formal, reduce la protección social y afecta a la baja el nivel de los salarios.

—Bien, Abimbaíto. Desata tus rabias.

—La política laboral está manca y tuerta si no integra esta importante variable, las remesas, a la ecuación del mercado de trabajo. Es necesario corregir sus efectos dañinos y aprovechar esos flujos para restablecer el tejido social dañado, utilizándolos como si fueran una inversión de capital, en vez de malgastarlos en consumo.

—Si señor, Abimbaíto. Percibo con claridad que estás elucubrando, lo cual no todos pueden afirmarlo, a pesar de que esa cualidad es distintiva de los seres humanos.

—Maestro, no podemos tapar el sol con un dedo. Hay que reconocer que en momentos pandémicos como el que vivimos las remesas significan gran ayuda, siempre que no olvidemos que son la consecuencia del desplazamiento de nuestros nacionales del mercado de trabajo y su expulsión del país, y actuemos para cambiar ese patrón.

—Corroboro, Abimbaíto.

—Esa situación es el resultado de las políticas que se han implantado y de la desidia que ha impedido que se produjera una rectificación. Hemos olvidado que políticas similares fueron la causa principal del empobrecimiento y destrucción del imperio colonial español. En cambio, los pueblos que se dedicaron a trabajar, producir, al ritmo de la revolución industrial, progresaron, se desarrollaron.

—No estás mal encaminado, mi alumno. El zángano es sinónimo de atraso. La hormiga laboriosa lo es de progreso.

TEMAS -

Eduardo García Michel, mocano. Economista. Laboró en el BNV, Banco Central, Relaciones Exteriores. Fue miembro titular de la Junta Monetaria y profesor de la UASD. Socio fundador de Ecocaribe y Fundación Siglo 21. Autor de varios libros. Articulista.